No fue como lo esperaba. Manuel Lanzini anoche protagonizó el tan ansiado regreso a River. Ese que tantas veces había soñado. Sin embargo, ese retorno efectivo -y con la #10 cedida por Ignacio Fernández- a fin de cuentas quedó empañado por una derrota que no pudo evitarse ni siquiera con las pinceladas de su aporte.
Lanzini saltó a la cancha a los 13 minutos del segundo tiempo en lugar de Nacho y como una especie de salvador en un equipo que ya estaba totalmente desbordado, sin orden, ni calma, ni rumbo. En ese contexto, Manu entró rápidamente en contacto con la pelota para intentar mejorar la distribución de los pases en pos de elaborar ese volumen de juego que le permitiera a River volver a equiparar fuerzas con un Argentinos ya superior. Su plan era reactivar el juego colectivo de atrás hacia adelante, aunque sus compañeros lo dejaron demasiado aislado en esa búsqueda. Así, Manu trató de ir encontrando huecos para explotar su dinámica y verticalidad hacia el área rival incluso frente a un adversario muy bien plantado.
Tal adversidad no le impidió a Lanzini sorprender con un tiro libre al primer palo que Martín Arias mandó al corner y con otra aparición desde la izquierda hacia el centro del área que terminó con un potente derechazo al cuerpo del arquero de Argentinos.
¿Si existen conclusiones de los primeros casi 32’ de Lanzini post regreso? Que ante el nivel bajísimo -muy alejado de su vara de calidad- de Rodrigo Aliendro y un Nacho desconocido, Manu demostró que está en condiciones físicas y futbolísticas de asumir la responsabilidad de ser el líder del equipo. Por eso, por lo que significa su retorno al club desde la Premier League y por la gran ilusión que genera en los hinchas, quizás tenga la chance de ganarse un lugar entre los titulares frente a Barracas Central. Por lo pronto, íntimamente hablan de que “vuela” en los trabajos de fútbol. Ante Argentinos dejó esas mismas buenas sensaciones incluso ante una derrota que calará hondo y dejará conclusiones. Una de ellas, que Manu está a la altura.