¿Alguien festeja este 1-1 en el superclásico? Nadie debería hacerlo. Chicanas de Demichelis al margen (out of context), Boca no puede celebrar no haberse ido malherido del Monumental. Y más, teniendo en cuenta su posición en la tabla y que Cavani sigue seco y cada vez más lejos del gol.
Si Boca se fue más reconfortado de este picante duelo es por lo que pudo haber pasado y supo evitar. Y si el DT del Millo tiró que en su club nunca podría terminar con siete defensores, es porque se fue con bronca por lo que dejó pasar y no aprovechó con viento a favor.
Hubo un momento en el que todo se direccionaba inexorablemente a una fiesta en un Monumental explotado. Porque River había pegado temprano en el segundo tiempo y dominaba en todo: en juego, en actitud, en confianza. Y daba la sensación de que si entraba el segundo, que estuvo cerca, ya después podía haber más.
El gran logro de Boca fue, como dijo su entrenador, pasar el vendaval, saber sufrir, no entregarse, con la ayuda de la falta de definición rival. Y cuando todo se le hacía cuesta arriba, llego ese golazo de Medina con el jugadón de Blanco. Y ahí volvió a nacer otro partido, para cualquiera de nuevo, con un Boca ya mejor plantado y un River renovado con los cambios, sin tanto predominio. Ya había pasado entonces el tiempo de posible nocaut.
De esta salió mejor parado Boca simplemente porque zafó. Y porque al menos supo por momentos defenderse con la pelota, distinto de los últimos equipos que habían jugado superclásicos en el Monumental; claro que con poco peligro para Armani, más allá del gol y una al final.
Le puede servir en lo anímico, no hay que olvidarse de que venía de perder con Lanús y en un bajísimo nivel, y que tampoco fue una actuación como para que Riquelme aplaudiera en el mismísimo estadio. Tiene muchísimo por mejorar.
Martin Demichelis – 26-2-2024