En su tercera y por ahora última conferencia de presentación como nuevo entrenador del CARP, Ramón Ángel Díaz le regalaba un humilde recordatorio a la opinión pública: «Lo que no va a cambiar en este club es que soy el entrenador más grande de la historia de River: eso no lo va a cambiar nadie». Que ese caudillo riojano sacara campeón al equipo y consolidara así el regreso de un gigante a la escena grande del fútbol argentino después de temporadas abismales parecía darle la razón.
Inmediatamente después de la vuelta olímpica, asumía con apenas 38 años un Marcelo Gallardo que se diferenciaba del estilo no menos picaresco que presuntuoso de su antecesor («River está por encima de todo: primero River, segundo River y tercero River») y trataba de alejarse de cualquier eventual comparación con RD. Del Je a la G: «Sería una estupidez que se me compare con Ramón, un entrenador con tantos años de experiencia y el más ganador en el club», dijo en 2014 un Muñeco que 14 títulos y la eternidad después resistió a su propio archivo y siguió contestando que las comparaciones «son odiosas» y que la «historia de River es demasiado grande como para que uno se ponga por encima».
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«Con Gallardo se fue un prócer: mi mujer me decía que estaba loco si venía a River», reveló hace una semana Martín Demichelis. Tal vez lo sea secretamente, pero de momento Evangelina Anderson no ha dado cuenta de ser una experimentada analista de fútbol: no le habría hecho falta. Lo que en la intimidad de Munich le decía a su pareja era, palabras más o menos, el sentir de todo un colectivo que se bañó de orfandad aquel fatídico 13 de octubre en el que MG, ya mucho más un superhéroe que un entrenador, comunicaba con voz quebradiza lo que durante años había sido un tabú para el imaginario gallina. Un escenario tan inexorable como aterrador se abría a sus pies con epicentro en el SUM del Monumental: un River sin Gallardo.
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Si en aquel lejano 06/06/14 la sucesión se advertía traumática y no eran pocos los que se animaban a pronosticar un ciclo de transición post Ramón, hacia fines del 2022 el panorama podía verse diez, cien, mil o un millón de veces más complejo para quien asumiera la inédita y descomunal responsabilidad de reemplazar a un técnico que sin proponérselo creó una religión que lleva su nombre. Aunque aún tapada por una lona negra, Martín Demichelis supo desde que aterrizó en Ezeiza que en la puerta de su nuevo laburo hay una estatua de más de siete metros de altura y 6,5 toneladas de peso con la cara de un Gallardo que lo estará observando.
Y aunque al cabo de 17 partidos oficiales de su era es temprano para asegurar que el duelo de poco menos que una década ya está resuelto, la sucesión empezó mucho más rápida y exitosa de lo que cualquiera podía adivinar, inclusive –según admitió públicamente hace pocos días- el propio Enzo Francescoli, que fue quien bajó el martillo para tomar la segunda decisión pesada de su gestión como capo del fútbol del club. El récord histórico de ocho triunfos consecutivos (y contando) sin goles en contra que ponen a este River como único y sobrado puntero de la Liga Profesional da la pauta de que el uruguayo no estuvo equivocado cuando empezó a marcar en su celular un número de prefijo alemán +49.
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Aunque Demichelis pida mantener la calma y asegure en cada declaración pública que aún no se ganó nada, el paso arrollador del equipo en el ámbito doméstico implicó algo acaso más valioso que un título: que al menos en este tiempo no se hablara tanto de un Gallardo que hoy disfruta de su familia y se prepara para las grandes ligas de Europa. Y es que no costaba imaginar un guión distinto: con un plantel que en buena parte había perdido cierto crédito con el hincha en 2022, el contraste con la felicidad eterna podía ser tan fuerte que el «¡Muñeco, Muñeco!» que bajó como ovación durante ocho años y medio estaba a un mal arranque de distancia de transformarse en un grito de guerra o de reprobación.
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-¿Ves entrenadores que puedan seguir con tu línea cuando no estés?
-Yo digo que cualquier entrenador que me suceda puede asumir el día de mañana y se va a encontrar con un River que está con una base muy sólida, desde todo punto de vista. Y eso para cualquier técnico simplifica mucho las cosas, va a ser más fácil. Es poder ir a un lugar donde todo funciona bien. Después va a depender del entrenador. Aunque las bases están para seguir progresando.
Lo decía Marcelo Gallardo en una entrevista a este diario en Estados Unidos, a mediados de 2017, cuando ya parecía que no le quedaba casi nada por ganar. Casi: apenas la final más importante de todos los tiempos estaba por delante. Su plan tenía mucho sentido, aunque siempre fallaría en algo: Gallardo hay uno solo. Y aún a falta de esos partidos que marcan épocas y construyen sentido común, como el superclásico que vendrá en poco más de una semana o los duelos calientes de Copa Libertadores, se puede empezar a decir que -cuándo no- Gallardo tenía bastante razón. No por nada la CD y Francescoli buscaron garantizar la continuidad de un estilo con Pinola y Lux como laderos de Micho y Ponzio como nexo.
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Acaso la pregunta de cómo suceder a Gallardo encontrara respuesta en el propio Muñeco: admirador y analista de su ciclo a la distancia, Demichelis se preparó durante años para el momento de suceder a MG. Con sus ideas propias, con matices que ya empiezan a verse, el cordobés tiene el gen riverplatense en la sangre y, sin necesidad de llamarlo, acudió también al Muñeco después de un comienzo que había generado algunas dudas tras la fea caída con Arsenal en Núñez: aunque su idea de juego fuera la de un fútbol más posicional con el 4-3-3 como su esquema preferido, MD tuvo la habilidad y el pragmatismo para cambiar a tiempo a un formato funcional que se linkea bastante más con el libreto al que estaban acostumbrados los jugadores, con ese caos organizado tan propio de los mejores River de Gallardo, y con un Enzo Pérez más arropado.
Aún con diferencias estilísticas que se ven en el campo (por ejemplo: la presión ya no siempre es tan alta sino que está más pensada en función del rival de turno), el ciclo de Demichelis puertas adentro empieza a destacarse también por sus métodos: en la interna del grupo, le aplauden cierta horizontalidad y un liderazgo por consenso en el que les da mucho lugar a los referentes.
Por lo demás, así como el primer Gallardo rescató a un Ponzio que se parecía más a “Tom Hanks en Náufrago” que al cinco de River y relanzó las carreras de los exiliados Mora y Carlos Sánchez, Demichelis está recuperando futbolistas en los que Gallardo confió pero a los que la opinión pública ya había casi condenado después de un 2022 sin títulos como Paradela, González Pirez o un Barco que hoy brilla en un rol diferente. No deja de ser eso una máxima del Muñeco: todos necesitan un tiempo de adaptación a River. Aún así, los aires nuevos renovaron esperanzas en futbolistas bajos en confianza por una temporada en la que el mismo MG pareció perder la paciencia en más de un tramo.
Falta, falta mucho. Pero River va. La máquina, como alguna vez soñó Gallardo, sigue funcionando con autonomía propia, sin él. Y con una sucesión que de momento se ahorró por méritos propios las consecuencias de un duelo que prometía ser poco menos que imposible.
La opinión de algunos hinchas famosos
Guillermo Lobo (periodista y conductor)
Me tienen que poner un babero para este River. Por supuesto que no me gusta comparar con la era histórica de Gallardo, la cual fue tan maravillosa, pero Martín nos hace soñar y acaso no extrañar tanto a Gallardo como pensábamos en un principio, porque saca lo mejor de Herrera, de Paradela, Enzo Pérez anda genial… El hecho de los grandes niveles individuales que están mostrando los jugadores habla muy bien de Demichelis. Además festeja como si fuera uno de nosotros, como si estuviese en la popular y se involucra con el juego. Todo eso genera que estemos muy ilusionados en un arranque que habrá sorprendido a más de uno. De igual forma hay que ir paso a paso, el propio Demichelis dijo que no hay que comparar nada y ser prudentes. Eso me encanta, porque representa muy bien el ADN River.
Lito Costa Febre (relator partidario)
Entiendo que la sucesión de Gallardo ocurrió como no lo habíamos pensado. Afortunadamente para River no ha sido traumática. Cuando Bianchi dejó Boca, fue un trauma para los de la vereda de enfrente reemplazar a un técnico tan importante. Esto tampoco pasó en River cuando se fue Ramón Díaz y asumió Gallardo, y no pasa ahora con Demichelis como técnico. River encontró el perfil de un DT con mucha preparación, muchos conocimientos, que conoce la genética del club porque él la lleva y se formó en la pensión, porque se preparó con todo en el fútbol europeo para vivir esto, más allá de haber sido un gran zaguero. Recuerdo que en plena pandemia le hice una nota cuando nada hacía presagiar que el Muñeco se iba a ir de River, y él me contaba del reconocimiento que tenía hacia el trabajo de Gallardo y, después, de todo lo que estaba haciendo para ser técnico.
El gran sueño de su vida era ser DT de River, cuando ya estaba trabajando en la Reserva del Bayern Munich. Me parece que los dirigentes, junto con Francescoli, acertaron con él porque no era fácil la misión del reemplazo de Gallardo. Creo que encontraron al hombre justo para estos tiempos, que además de los conocimientos y preparación, tiene el respaldo de los jugadores, algo que se nota en cada partido. Por ejemplo, cuando el “jefe de la banda”, que es Enzo Pérez, y sus acompañantes, los más veteranos, bancaban a Gallardo y ahora hacen lo mismo con Demichelis, un técnico que tiene rigurosidad con su trabajo, frontalidad para hablar con el futbolista y que también tiene los momentos de esa relación con un gran plantel de muchos profesionales.
Además quiero contar que a Demichelis le llevó cinco años hacer el curso de técnico en la UEFA, que es como hacer la carrera de medicina. ¡Cinco años estudió para ser técnico! No sabemos si va a ganar todos los títulos que ganó Gallardo, pero lo cierto es que es un técnico preparado, con conocimiento y que respeta resueltamente el ADN de River.
Andrés Burgo (periodista)
Desde el 9 de diciembre de 2018, o incluso antes, todos los futboleros del país sabían que el ciclo Gallardo es tan único que no tendrá fecha de vencimiento. Las leyendas no mueren: permanecen. Pero lo que River ponía en juego a comienzos de 2023 era, justamente, superar el duelo por su partida. La aventura de Demichelis acaba de comenzar y no conviene dejarse llevar por las exageraciones de la época, el ambiente ni las redes sociales. Lo tiene claro el entrenador. El año ni siquiera llegó a mayo, el nuevo ciclo recién lleva 16 partidos, River no salió campeón ni jugó ningún Superclásico -y esos partidos dejan una marca-, la Libertadores está en la fase de grupos, a la Liga le queda la segunda mitad y el técnico aún no escuchó ninguna de las muchas ovaciones que seguramente recibirá.
Aun con todos esos puntos a tener en cuenta, ya puede trazarse una primera sentencia positiva, una que no estaba clara a comienzos del año: River sobrevivió al post gallardismo, un escenario que muchos creían que podría ser un bache o un paréntesis en la grandeza del club. Sin embargo, todavía a la espera de los momentos decisivos de la temporada, cuando los equipos terminan de demostrar de qué están hechos, el equipo de Demichelis marca la continuidad de un River auténtico, fiel a la historia.
El Monumental, en los últimos partidos tras un comienzo con dudas, volvió a ser la celebración del fútbol, de River, de una forma de vivir este juego: no hay señales de duelo sino de fiesta, como si la transición de un ciclo increíble –y seguramente irrepetible- hubiese sido en 2022, el último año del Muñeco, y no el 2023, el primero de Demichelis.
Ariel Prat (cantante)
Creo que todo este gran presente no sería posible sin la huella del Muñeco. Micho siembra sobre tierra fértil y renueva con sabiduría el jardín del Monumental. Además, no es casualidad que se rodee con baluartes de la era Gallardo como Pinola, por ejemplo. Más allá de estilos y diversidades, es una estirpe incorregible de fútbol, marca de la casa para siempre.