No hay ni habrá defensor rival que pueda intimidarlo. Acaso, tal vez sean pocas las situaciones que le generen realmente miedo después de haber estado cara a cara con situaciones extremas que vivió. Que atravesó con resiliencia. Que lo pusieron a prueba. Y que superó, no sin marcas talladas a fuego en su memoria. Aquel recluso que pagó por un delito que no cometió hoy es el 9 de Racing. Es el jugador del momento en la Academia, el máximo artillero de la Copa de la Liga con seis porotos. Adrián Martínez fue el héroe con su gol en el 1-0 sobre Independiente. Dejó una marca, se hizo un lugar en corazón de los hinchas. Es Maravilla, el tipo de una historia de vida muy dura que hoy intenta disfrutar de una actualidad que no termina de asimilar.
El oriundo de Campana sintió las llamas del infierno en prisión. En 2014 ingresó a la cárcel de su ciudad, acusado de de vengar la muerte de su hermano, asesinado de tres balazos en el pecho en un episodio que no fue esclarecido. Se había apuntado a Maravilla, pero tiempo después se comprobó su inocencia: habían sido los vecinos quienes incendiaron la casa del agresor. Y eso le permitió recuperar la libertad después de seis meses eternos…
Se sumerge en aquel pasado traumático
-¿La cárcel te dejó algún aprendizaje?
-Sí, encontrar a Dios. Conozco mucha gente que cree en Dios. Hasta el Diablo, dice la Biblia, cree en Dios y tiembla. Todos creemos, el tema es ver quién cumple con la voluntad. Cuando entendí eso, mi vida cambió por completo. Y mirá que estuve días en buzones…. Es como un bañito, de dos por dos, donde te levantás, dormis, hacés todo ahí. No te podés mover de ese cuadradito. Sólo entra algo de luz por una ventanita con rejas que tenés atrás. De ahí no salía, únicamente cuando tenés visita los viernes. Estuve metido ahi hasta que me dieron un piso.
-Te pasaron a un lugar “mejor”…
-El piso es otra parte de la cárcel. A partir de ahí, podés ir a los sectores que se llaman de Máxima, Mediana… O a una parte de la iglesia. Los presos van rotando. Si te peleaste en Máxima, te buscan un lugar en Mediana. Y así te van cambiando de lugar, como si fuera dentro del mismo barrio.
-¿Cómo era un día tuyo?
-A las 7 de a mañana se abrían los candados. Tenías que despertarte porque, si no, te robaban. Te pescaban las cosas por atrás. Se armaban como cañas con algo en la punta que te enganchaba las cosas. Y te las sacaban por un agujero. Y bueno, tenés que estar siempre atento, je.
-¿Atento a qué más, por ejemplo?
-Y… Llegué a tener miedo por mi vida. La verdad que sí. Tuve dos o tres situaciones muy difíciles…
-Estuve a punto de ser apuñalado. Es así. . No llegaron por poco…
Adrián Martínez – 27-2-2024
Entrevista a Adrián Maravilla Martínez
-Por un tema de teléfonos… Un amigo había agarrado algo… Te meten un arpón, que le llaman. Son palos de escoba con una varilla en la punta. Y si está todo mal te apuñalan. Nunca podés estar distraído. Ese día zafé, je. Después, estuve más vivo.
-¿Eso fue lo más duro que viviste?
-No, vi cómo se mataba gente. Porque ahí se matan como nada… Se cagan a puñaladas. Vi morir a uno: lo agarraron de las patas y se lo llevaron. Es así.
-¿Y qué pasó por tu cuerpo al ver eso?
-Nada, porque es parte de la cárcel. Es vivirlo día a día. A veces agarran a dos, apuñalan a uno porque habló mal y el de al lado se salva. Hay gente que está todo el día empastillada, que no tiene nada que perder. Gente perdida. Ellos mismos te dicen “Si te mato a vos, me valés dos años”. Lo dicen porque eso puede ser tomado como una defensa propia en la causa… Hay que estar siempre con cuidado para que no te toque. A mí, después, se me dio otra realidad. Ahora le puedo pasa bien. Dios me puso gente que me ha ayudado. Pero nadie me saca los momentos que viví ahí.
-¿Qué comías en prisión?
-Por lo menos donde yo estuve, sólo comíamos si la familia nos llevaba algo. Cuando estuve en buzones, donde no había cocina ni nada, podés hacer meter un fuelle. O pones dos ladrillos, los presos cruzan líneas en una resistencia. Juntás un cable positivo con uno negativo, donde te enganchás de la luz. Y metés fideos blancos en una ollita. Yo en esos 90 días en buzones la pasé muy mal. Por ahí algún preso me cocinaba y me pasaba alguna viandita. Yo a mi familia le pedía que me llevara galletitas o un té, cosas que duraran. Y ya cuando fui al piso, fue distinto.
-Ya entre los presos empezamos a ir ayudándonos con la comida que nos mandaban. Lo que le daban a uno un miércoles, a otro un jueves, a mí un viernes. Y nos íbamos pasando. Unas papas, fideos, pollo… Tampoco hay heladeras por todos lados ahí…
-Sí, con algunos de los que salieron me sigo hablando. Después, es muy difícil porque cuando salís, la gente no te da oportunidades. Para todos, vos sos un ladrón, un chorro, un asesino. Uno tiene la mentalidad de cambiar, pero afuera no e dan esa posibilidad. Si tengo yo y uno que acaba de salir de preso, ¿a quién tomás vos para que te lleve la cámara para firmar?
-¿Qué recuerdo te quedó de tu hermano asesinado?
-Siempre dije que no tuve una familia buena. Quizá para algunos éramos buenos. Y por eso, los vecinos prendieron fuego la casa del asesino. Algo bueno teníamos, si no, no hubiesen reaccionado. Después, cuando estuve ahí adentro, esa gente me llevaba mercadería, me daba una mano. Pero a mi hermano no le pegaron dos tiros por ser un Santo e ir caminando a la iglesia… Era una persona mala. Se peleaba todas las semanas. Y bueno, era uno u otro. Y le tocó a mi hermano.
-¿Siempre pensaste que vivirías del fútbol, cuando estabas encerrado?
-Yo le prometí a Dios que iba a jugar a la pelota. Y se me dio la posibilidad de empezar a jugar en Defensores Unidos de Zárate. Antes de entrar ala cárcel había jugado en el club Las Acacias, donde mi mamá era la presidenta y, con mi viejo, vendían choripanes o hacían rifas. Yo trabajaba como albañil. A los 18 años estuve tres meses a prueba en una cervecería y después empecé a trabajar en la recolección de residuos. Ahí estuve hasta los 22 años, antes de ir preso.
Vivió una tarde de ensueño en Avellaneda
La parte más dura de su vida queda atrás. La charla se vuelca hacia el clásico donde fue verdugo del Rojo y figura de Racing. Decididamente, el apodo le sienta muy bien aunque no se anime a aceptarlo.
Racing – 27-2-2024
El gol de Adrián Martínez para abrir el marcador
-Previo a que empezara el torneo pediste que no te llamaran Maravilla porque no habías metido goles aún. ¿Ahora?
-Ese apodo queda fuerte. Si en un club dicen “trajimos a Maravilla Martínez”, parece que llega alguien que hará algo diferente al resto. Nunca me molestó, pero cuando recién llegás a un club, suena muy fuerte. Después hay que bancarlo a ese sobrenombre, eh…
-¿Cuándo te pusieron ese apodo?
-En Defensores Unidos. Pero no era tan frecuente. Ahora cualquier chiquito que me cruzo por la calle me dice Maravilla. En Instituto también me pasaba. En algunos lugares lo pude ir esquivando. Es un sobrenombre pesado para mí. Me da vergüenza que me llamen Maravilla. Me dan ganas de decirles: “Pará, no me digas así”, je.
-¿Cómo viviste las horas posteriores a tu gol al Rojo?
-Después de cada partido, a la noche siempre me costó mucho dormirme. Si el partido termina a las 8 de la noche o 9, estoy hasta la 1.30 o 2 de la madrugada despierto, con las revoluciones altas. Pero lo de este clásico fue especial.
-Sé lo que representa este triunfo para el club, para los hinchas, para el equipo. Me escribió mucha gente. Amigos, personas de la infancia, gente de Racing que conozco. Lo pasé muy bien con la familia. Como digo, Dios a veces nos salta en momentos justos, como cuando le ganamos el clásico a Belgrano 1-0 con gol mío en Instituto.
-¿Cuántas veces volviste a ver tu gol a Independiente?
-Bastantes porque me etiquetaron en historia de Instagram, je. Me enfoque en que se me iba la pelota a la derecha y se abría. Pero llegué bien igual, me tiré con el cuerpo para asegurar que entrara. Me faltaban como un metro o dos para que se fuera la pelota. No podía errar una situación en un partido tan importante como este.
-¿Jugaste un partido consagratorio?
-Siento que el gol me marcó en Racing. Por ahí no me doy cuenta mientras lo transito. Hoy (ayer) volvimos a entrenarnos y ya estamos pensando en el partido que viene. Y eso hace que no puedas disfrutarlo mucho. En el fútbol los momentos pasan muy rápido. Fue muy lindo todo el ambiente que ya se había generado el día anterior con el banderazo. La gente llenó el Cilindro, invirtió tiempo y plata para venir. Eso nos fue metiendo en el partido. No es que me mentalice con hacerle un gol a Independiente como un sueño. Muchas veces, estoy frente al arco y se la toco a un compañero. No me importa a mí hacerlo. Siempre trato de darle la pelota al que mejor esté posicionado. Y cuando uno le desea lo mejor al compañero, en algún momento le llega.
-En 2023 te fue muy bien en Instituto, ¿pero notabas que para muchos en Racing eras un gran interrogante?
-Sí, lo sentía. Porque la gente misma… Cuando no se espera nada de uno, si después te va bien sumás mucho. Si tenés mucho nombre, se espera mucho más. Cuando llego a un club, siempre digo: «vamos a ver que pasa». Si sale bien, bueno, Y si no, está ahí. Yo no sé si esperaban mucho de mí, pero nunca siento esa carga.
-Usás la 9 de Racing, no es un número cualquiera.
-Sí, y algunos me decían: «Che, agarraste la 9, no la 40». No la usé muchas veces porque a la mayoría de los clubes donde fui, el 9 ya estaba ocupado. En Instituto me tocó ese número, cundo llevaban un año sin convertir los delanteros. Les costaba, pero llegué yo y se nos abrió el arco enseguida. Y no es algo que me pese, no me fijo en esas cosas.
-Víctor Blanco dijo que Racing está para grandes cosas, que está todo dado para ganar algo. ¿Coincidís?
-Es nuestro sueño. Hay un muy buen grupo. Tengo compañeros que festejan mis goles más que yo… Eso es impresionante. Se nota un grupo muy positivo, con muchas ganas. Roger (Martínez), que viene de una lesión, me etiquetó, pese a que yo juego en su puesto. Son todos buena onda. Esto me da mucha confianza.