Los motivos del cambio del Rojo con Tevez

La intensidad que Carlos Tevez mostró en el banco de suplentes fue la misma que le imprimió a su Independiente. La actitud del entrenador fue el fiel reflejo de lo que desea por parte de sus dirigidos. Se los dijo en el primer cara a cara que tuvieron el martes pasado en el predio de Villa Domínico, lo reforzó en la conferencia de prensa de su presentación, lo repitió en cada entrenamiento y lo reflejó en su debut en el Libertadores de América-Ricardo Enrique Bochini. El 2-1 contra Vélez fue un pequeño gran paso de un equipo que absorbió las demandas del Apache y trató de llevarlas adelante, con aciertos y con algunos errores, pero dejando en claro que hubo un cambio positivo que sirvió para quedarse con una finalísima por la permanencia y tomar un poco de aire en la lucha por evitar el descenso.

Carlitos tuvo por momentos un desahogo interno, por momentos uno externo. En el gol de Matías Giménez Rojas, extendió los brazos y se abrazó con unos de sus hermanos. Tras la culminación del encuentro, apretó los puños y enfiló hacia los vestuarios con cara seria, buscando que los futbolistas se llevaran todos los flashes y siendo consciente de que todavía quedan “12 finales” por delante en la Copa de la Liga Profesional. Porque si bien el Rojo tuvo una postura más ofensiva, con mayor tensión en su ritmo aunque con algunos bajones lógicos, Tevez sabe que “vamos a tratar de jugar siempre con esta misma intensidad, creciendo a partir de los errores” y en esa línea “seguiremos trabajando: no llegamos a lo que queremos”. Esto es el inicio…

El técnico empezó a construir un Independiente feroz, ambicioso, que salga a la cancha con determinación. Por eso dispuso ensayos de alta intensidad. Y también mucho trabajo desde el punto de vista mental, con el fin de motivar a una tropa que llegaba muy golpeada. “No podemos quedarnos con esto porque si no los equipos nos agarran la mano. Ganar te da tiempo y el tiempo es oro. Podemos trabajar tranquilos. Pero siempre enfocados en seguir mejorando”, fue el primer análisis que realizó luego de la victoria.

Los jugadores hallaron en el técnico un mensaje claro, sencillo y contundente. Primero apuntó a un cambio de estado anímico para luego bajar una línea de juego y empezar a volcar conceptos, los cuales ya se comenzaron a ver: paró una línea de cinco defensores para tratar de ser profundo por las bandas, ganar en seguridad y en dinámica; les dio al Melli Ortiz y a Federico Mancuello la libertad para generar juego; y les otorgó la confianza a Giménez Rojas y a Alexis Canelo para presionar alto y ser sus referencias de ataque por sobre Martín Cauteruccio, el goleador del club en el año.

A diferencia de lo que ocurrió en el ciclo de Ricardo Zielinski, en el que el equipo nunca fue tal y no contó con una impronta clara, el Independiente de Carlitos mostró una pequeña identidad. Está claro que es el inicio de un período que no será sencillo y que deberá confirmarse con el correr de los partidos y con los resultados, pero el punto de partida está mucho más adelante de lo que fue el cierre del Ruso.

La llegada de Tevez contagió otra actitud, fue una “inyección de energía tremenda” (tal como declaró Federico Mancuello, uno de los referentes máximos del plantel) que fue absorbida rápidamente, que se cristalizó en Avellaneda y que deberá seguir manteniendo la próxima fecha en el Bosque ante Gimnasia para alejar los fantasmas que merodean.

Pero con esta actitud, Rojo, qué bien se Tevez…