Durante un tiempo, la novedosa ineficacia de Edinson Cavani en esta etapa final de su carrera era atribuida a que Boca jugaba “contra” sus números 9, que no generaba fútbol, les hacía llegar pocas pelotas y muchas de ellas, incómodas. Esto también se extendía al Pipa Benedetto, aunque mientras ellos dos fallaban, la Bestia Merentiel convertía.
Del partido con Sarmiento no se podrá decir lo mismo. En el equipo apareció un pasador exquisito, capaz de dejar a un animal de área suelto en su hábitat con la presa al alcance. Pero las asistencias de Kevin Zenón se diluían cuando llegaban al uruguayo, que erró cinco situaciones que le hubieran dado una mayor lógica al resultado del partido.
Es preocupante: llegó con status de estrella internacional, y la chapa de ser uno de los máximos goleadores del fútbol mundial en actividad. Fue mimado y recibido con honores por una afición increíble, que se puso su camiseta antes aun de que él comenzara a jugar. Recibió la bendición de Riquelme, que lo siguió elogiando este verano, después del fallido final de 2023. Sus compañeros le dieron rápidamente el lugar de un peso pesado.
¿Cómo entender, entonces, qué le pasa a Cavani? Cierto que a fin de año tuvo una fea lesión muscular, que lo hizo arrancar despacio, sin participar en los amistosos, con incorporación gradual a los trabajos, con presencia de solo media hora en la primera fecha. Tan cierto como que, después de la peor falla en las chances que tuvo, volvió a acusar un dolor en la zona afectada y pidió el cambio.
No puede sentenciarse ni que se haya agotado su capacidad para jugar (para entender el fútbol, para ubicarse en la cancha) ni que sea su cuerpo el que ya no quiere más. Más bien, se ve a quien era un ambicioso cazador de indoblegable fortaleza, convertido en un tímido hombre sin ninguna confianza en sí mismo.
Edinson Cavani – 2-2-2024