Siempre dependió de River. Y no será esta noche la excepción la regla: todo está atado a su suerte. No hay, efectivamente, campeón con 54 puntos, mantra con sello MD que se mantiene vigente. Porque aunque estuvo a cinco minutos de celebrar sin jugar, Talleres respondió y bajó al cada vez más golpeado Huracán en el Ducó. Y, así, le trasladó al líder la responsabilidad de definir en esta fecha. Dejándolo a un empate de gritar campeón en casa, como quería tanto su entrenador.
No hubo vuelta olímpica con delay. Ni la habrá tampoco: de no darse en esta fecha, difícilmente la Liga programe otra vez en horarios distintos los partidos de los dos protagonistas. Sin embargo, eso no sacudió la fibra de un plantel que anoche se reunió en su totalidad en la concentración del Monumental.
Allí, en el comedor del renovado sector de alojamiento del estadio, estuvieron los 23 citados por Martín Demichelis pero también aquellos que por lesión o por no quedar afectados a la nómina oficial para recibir a Estudiantes.
Una señal de cohesión que el cuerpo técnico celebra. Y que permitió redoblar las arengas internas en pos de, por fin, las matemáticas premien lo que el fútbol hace rato resalta: que River es -como dijo su entrenador- el mejor equipo del campeonato doméstico.
A un punto de la vuelta más esperada
Para que Pitágoras dé el OK a River le bastará con el empate. Sí, un puntito en un Monumental en el que hasta aquí -a excepción de derrota frente a Arsenal- ha tenido un puntaje perfecto. A punto tal que el propio DT está próximo a alcanzar un récord personal (ver página 8) en este primer desafío potente: el de la sucesión de un prócer como Gallardo.
¿Y si ocurre todo lo contrario? ¿Si Estudiantes sorprende y gana y se patea todo una fecha más? Ahí en Núñez mantienen el optimismo: el buen gol average y el colchón de gritos a favor siguen siendo un respaldo, una póliza de seguro por si la tendencia por milagro se revierte. Y Talleres gana todo y el equipo que más veces festejó victorias manca en los partidos que le quedan.
En todo caso, seguirá dependiendo de un River que sí deberá esperar para hacer descansar músculos: si el cuerpo técnico quería que el título se resolviera anoche fue, en parte, porque así podía acelerar el plan de la rotación para evitar arriesgar músculos dada la proyección copera.
Porque si bien el jueves tiene por delante un partido mata-mata correspondiente a un torneoque está entre los objetivos trazados para 2023 (se medirá ante Talleres en Mendoza), en el horizonte ya aparece Inter de Porto Alegre. Serie de Copa Libertadores que arrancará en la semana del 2 de agosto.
Es decir, dentro de poco más de 15 días. Por ende, cualquier lesión muscular podría significar una automática exclusión al menos del primer chico, el que se disputará en el Monumental.
Por todo eso Demichelis entiende la importancia de que la fiesta se dé esta noche. Que no se demore más. Que se corone una campaña que en números es arrolladora. Que por fin haya una vuelta olímpica que esperan todos.
Desde los jugadores que todavía no lograron consagrarse hasta aquellos que ya son conscientes de lo que implica coronar: los Enzo Pérez, en lo que puede ser su última vuelta en River, o Joni Maidana, que se meterá entre los tres más ganadores de la historia del club.
Todos ellos entendedores de lo valioso de ser campeón. Sobre todo, en casa. Donde -por 40ª vez- 86.000 personas que se congregarán esperando que por fin haya un alargue festivo.
Que se pueda disfrutar de la entrega de medallas, la vuelta, el abrazo.
Que Demichelis consiga ese título que certifique su pedigrí para conducir a un equipo al que le dio su impronta. Un sello inconfundible.
Que no fue campeón ni con 30 puntos, ni con 33, ni con 54. Pero que podría serlo con apenas uno más. Uno solito, y nada más.