Bronca. Impotencia. Frustración. Con ese panorama se encontró Julio César Falcioni el 21 de enero, la primera vez que entró al vestuario de Independiente. El plantel todavía estaba golpeado por no haber podido alcanzar los objetivos planteados durante el ciclo de Lucas Pusineri. Había mal clima. Los dirigentes trajeron al Emperador para que gestione al grupo amparado en su experiencia. Y eso fue lo que hizo el técnico. El 15 de febrero recibió una señal que lo dejó tranquilo. Ese día, el Rojo perdió con Lanús por 1-0 en Avellaneda, pero el entrenador vio algo que le gustó: el vestuario terminó en llamas, hubo discusiones calientes y el cuerpo técnico debió interceder para evitar que algunos futbolistas se agarraran a trompadas. En ese momento, Pelusa se dio cuenta de que el enojo iba a ser el combustible indispensable para ganarle la batalla a la impotencia crónica y salir adelante. “Nos hubiéramos preocupado y mucho si los jugadores no reaccionaban”, le contó a este diario alguien muy cercano al DT.
Para comenzar a reconstruir al equipo, Falcioni comprendió que era necesario cambiar la estrategia: “Vamos a armar el equipo de atrás hacia adelante”. Eso fue lo que hizo: de arranque dispuso una línea de cinco defensores para que los volantes y delanteros se sientan más tranquilos al tener un colchón que los respalde atrás. Del 4-2-3-1 empleado durante gran parte del ciclo de Pusineri se pasó a un 5-2-3 flexible que le dio más seguridad al equipo. La idea era ganar confianza de a poco para luego poder soltarse y variar el esquema, algo que sucedió en los últimos partidos, en los que el Rojo empleó un 4-3-2-1.
El arribo de Juan Insaurralde fue crucial ya que aportó la voz de mando que le faltaba a la última línea. El técnico les pidió a los defensores que ante la duda, la revienten sin pudor. Y le cambió la cabeza al plantel: “Tienen que asumir que acá hay que pelear cada competencia ”. Así, Sebastián Sosa, Lucas Romero y Silvio Romero, pilares del equipo, captaron el mensaje del técnico y les bajaron línea a sus compañeros: en el grupo ya nadie le teme a la palabra candidato.
Falcioni, emocionado tras la pérdida de su esposa. (AFP)
LA INFLUENCIA DEL FACTOR ANÍMICO
Más allá de ese cambio en cuanto a la mentalidad, también hubo otro factor que influyó. El plantel sufrió 17 casos de coronavirus, fue dirigido por Falcioni y otros tres integrantes del cuerpo técnico, fue perjudicado por Mauro Vigliano ante Racing (0-1), hasta durmió en un aeropuerto en la previa al partido ante Bahía y acompañó el dolor de Falcioni cuando falleció su esposa. La adversidad unió a un grupo que ahora va por más.