¿Qué tiene en la cabeza un entrenador que se define como el opuesto a Josep Guardiola? La respuesta nada tiene que ver con el pensamiento binario argentino: el contraste de Fernando Diniz con Pep no se explica en el ser ofensivo o defensivo ni en la dicotomía de moda entre líricos y pragmáticos. No: está en el modelo de gestación del fútbol la diferencia entre el catalán y el deté de Fluminense al que River se enfrentará este martes en el Maracaná.
Diniz es uno de los técnicos de moda en Brasil puesto que lo consideran un militante del jogo bonito ortodoxo. Que ponderan lo nativo: la creatividad innata del futbolista dentro del campo por encima de las normas estructuradas que funcionan bien en Europa pero que nada tienen que ver con la esencia del jugador brasileño. Recela del juego de posición importado y mal copiado.
En Fluminense, Diniz ha logrado dos consagraciones -la Taça Guanabara y el Carioca 2023- que fueron necesarias en un ambiente resultadista para corroborar el éxito de una corriente de pensamiento. Sin embargo, su éxito se entiende mejor al analizar el big data.
Las estadísticas posicionan a Flu entre los equipos con mayor posesión de Brasil -promedia un 62%- con un alto nivel de precisión en los pases -87,4% de acierto- y con una media de goles alta: 2,3 por partido. Pero a su vez marcan que es voraz en la marca: gana un 52% de los duelos, destacándose principalmente en los aéreos (58%). Datos para tener en cuenta para Martín Demichelis.
“El juego precede al pensamiento mismo, es más inspirador, más rápido”, decía en 2014 en una entrevista con el medio Lance! quien siente que jugó al fútbol para prepararse para ser entrenador: en la concepción de Diniz está que hasta el defensor más rocoso soñó de niño con ser Neymar, Pato o Paulo Henrique Ganso, el jugador al que le devolvió su mejor nivel.
Lo que pretende el entrenador de Fluminense es que sus dirigidos repliquen aquellas sensaciones más primitivas, más amateur. Y que fluyan. Es quizás por eso que no hay técnicos entre sus musas sino futbolistas. Y que aunque insiste con que “a Guardiola hay que valorarlo”, prefiere resaltar a Maradona, Pelé, Zico o Sócrates como referentes de identidad.
Por eso entre sus máximas está “crear cosas junto con los jugadores en medio de las dificultades. Tratamos de crear soluciones, es un modelo muy orientado a lo interno”. Palabras que refrenda con acciones: Diniz arropa a sus jugadores intentando comprenderlos, conocerlos, cruzando la frontera de los 120 minutos de entrenamiento.
Sus ocho años de terapia personal -sumados a su posterior especialización en la materia en la Universidade São Marcos- lo han transformado en un conductor de grupo diferente, que no empatiza con el liderazgo distante pues considera que el jugador de fútbol “no es una máquina”, como resaltó en los festejos del Carioca con el Fluminense, sino un ser humano con problemáticas, historia y dificultades presentes.
Y en ese sentido Diniz intenta pregonar una línea de pensamiento diferente en relación del público, la media y el propio ambiente del fútbol con sus protagonistas. El siente que en el mundo se producen “jugadores talentosos sin un vínculo social consistente, sin atractivo ético y moral profundo”, tal y como razonó hace unos años en Lance! pero que eso acaba impactando en la vida que inicia después de los 40, cuando el deporte queda archivado.
Fluminense – 30-4-2023
La locura de Fernando Diniz en los festejos de Fluminense
Por eso, FD procura empatizar con sus dirigidos, lograr una relación cercana, apelar a la confianza para evitar el regaño desmedido que puede hundir anímicamente a un talento superlativo por no entender cómo procesarlo.
De ese modo se dirige de la misma manera a un MVP internacional como Marcelo, a un referente como Felipe Melo, a su goleador argentino Germán Cano o al propio Ganso, como a los jugadores recién promovidos. Procura estar con ellos. Sentir con ellos. Y que entre todos fluya el estilo de Flu.
Una vida que lo marcó para ser deté
Retirado en 2008 luego de 15 años de carrera como delantero, su desempeño como deté fue ganando valor a medida que iba perfeccionándose. Desde sus inicios en Votoraty, pasando por equipos de menor talla como Paulista, Botafogo SP, Sorocaba, Guaratinguetá, Paraná, Oeste hasta destacarse por encima de la media en Audax, donde dirigió cuatro ciclos pero se destacó especialmente en el último, en 2017, previo su contratación en Athletico Paranaense.
En cada uno de sus clubes pregonó un estilo de juego y de conducción contraculturales: en el apogeo de la periodización táctica estructurada él apeló a la sencillez, a la naturalidad. Con una búsqueda ofensiva clara, trazando pases desde el arco hasta la punta del ataque, pero sin la rigidez de los movimientos concebidos en probeta por entrenadores obsesionados por el fútbol.
En eso también se distancia Diniz de Guardiola y sus apóstoles: padre de cuatro hijos, elige apagar su modo DT cuando está con ellos. Por eso advierte que “el fútbol está en mi en una forma ligera”. En una medida justa que lo transforma, sin embargo, en un hombre de culto en Brasil. Tierra en la que se lo considera como el candidato ideal para suceder a Tite.
Una opción antagónica a la importación de un deté europeo -Carlo Ancelotti- que apelaría a volver a las bases y a los éxitos de un Scratch que desde 2002 no gana un Mundial. Quizás ser como Brasil resulte más sano que parecerse a cualquier eminencia del Viejo Mundo.