Un nuevo superclásico está a punto de comenzar. Las ilusiones se renuevan. Los antecedentes quedan de lado por un rato y en todo caso saldrán a la luz más tarde según el resultado. Que son partidos aparte, se dice siempre. Que no importa cómo llegan. En todo caso, la máxima puede validarse con muchos ejemplos en el desarrollo de los partidos, pero en otro sentido sí importa cómo llegan: importa por las implicancias que pueda tener el partido. Lo saben perfectamente Martín Demichelis y Diego Martínez, los técnicos de River y de Boca, que se juegan muchísimo esta tarde de domingo en un Monumental colmado por 84.567 personas.
Con matices muy distintos, el partido es un desafío límite para los dos entrenadores. Para Demichelis, ganar implicaría no sólo un envión anímico para lo que viene a poco más de un mes del inicio de la Copa Libertadores: un triunfo sería ratificarse a sí mismo su chapa de técnico ganador de superclásicos y le daría sin dudas otra espalda para un colectivo riverplatense que desde hace tiempo parece mirarlo de reojo, con un tenso apoyo. Ese mismo escenario funciona como arma de doble filo: una derrota sería otro golpe para su imagen de cara a los hinchas y puede condicionar el resto de un semestre que había arrancado bien pero en el que el equipo aún no se midió con rivales pesados.
Para Martínez es su primer desafío grande dentro del desafío más grande de su vida que ya de por sí es dirigir a Boca: ganarle a River en el Monumental es el espaldarazo que necesita como para hacer más mullido su colchón de puntos en el día a día del club. Lo necesita como una manera de revalidar la elección de su nombre para ocupar un sillón tan grande, para empezar a anotar algunos pergaminos en su vínculo con el CABJ, al que llegó con la expectativa de ser un entrenador que traiga más trabajo que flashes. Perder después de un arranque que desde el fin de semana pasado ya no tiene invicto y en el que el equipo aún no consigue el funcionamiento pretendido implicaría un golpe muy fuerte.
Demichelis, a un superclásico de hacerse un lugar en la historia
Ninguno de los dos, ni Demichelis ni Martínez, se juega el puesto ni mucho menos, pero un tropiezo evidentemente puede condicionar gravemente el futuro a mediano y largo plazo. Y un triunfo los hará cantar como Gardel. Esta tarde de domingo Micho puede quedar como un verdadero especialista en la materia de los superclásicos, algo que es para pocos: si su River logra ganarle al rival de toda la vida por tercera vez consecutiva (el año pasado fue 1-0 en Núñez con el gol de Borja sobre la hora y 2-0 en La Boca gracias a Rondón y Enzo Díaz), anotará su nombre al lado de José Eulogio Urriolabeitia y el Bambino Veira, los únicos entrenadores que triunfaron en sus primeros tres superclásicos en toda la historia del CARP. Eso, sin contar que estiraría su racha contra los grandes: de momento lleva cinco victorias y un empate (vs. CASLA) versus los clubes del Big Five.
Martínez ya sabe lo que es ganarle a River en el Monuemental
Martínez, de alguna manera, tiene un desafío similar incluso debutando como deté en un Súper: ya le ganó a River en el Liberti dirigiendo a Tigre en 2022 y a Huracán en 2023. Después de conformarse con un plantel que no recibió grandes refuerzos y con un buen arranque de verano que se fue desdibujando, Martínez tomó decisiones fuertes que podrán empezar a justificarse o no esta tarde: se la jugó por futbolistas resistidos en el medio (Pol, Campuzano, Ramírez) y ninguno terminó justificando esa confianza; cambió esquemas, cambió muchos jugadores (21 titulares en seis juegos). El rumbo se le tendrá que aclarar en Núñez: o puede volverse aún más incierto.
Demichelis y Martínez, dos caras de un superclásico que como siempre será un partido de ajedrez en el que hasta último momento habrá dudas en ambos equipos (¿Echeverri o Solari? ¿Llega Borja? ¿En el medio, Fonseca o Villagra? ¿Sale Aliendro? ¿Boca se la juega con Saralegui? ¿Blondel? ¿O puede aparecer Campuzano en un medio más concentrado?), pero en el que hay mucho en juego. Para ellos, particularmente: MD vs. DM. Un partido determinante…