La llegada inminente de Edinson Cavani para jugar en Boca es una de las más importantes noticias del año futbolero, y ni qué hablar de nuestro mercado de invierno. Difícilmente alguien pueda siquiera soñar con traer a una figura como el uruguayo a nuestra liga y, de yapa, a la Copa Libertadores.
Es que, incluso en una historia frondosa en extranjeros gloriosos, es difícil recordar un caso en el que alguno haya venido a jugar nuestros campeonatos después de ya haber alcanzado la graduación de consagrado en Europa. Podríamos recordar varios casos de foráneos que dejaron su marca a fuego: Enzo Francescoli, Rubén Paz, Pablo Forlán, José Luis Chilavert, pero que no vinieron aquí después de haber hecho historia ya en Europa. Más atrás en el tiempo nos remontaríamos al Vasco Isidro Lángara, de los años 30; el oriental Walter Gómez; los brasileños Orlando, Valentim y Machado Da Silva, y podemos recordar a muchos más.
Más acá en el tiempo, vinieron a estas pampas campeones del mundo como Trezeguet (con Francia 98), Camoranesi y De Rossi (ambos con Italia 2006) y defensores insignia uruguayos como Paolo Montero (Juventus) y Diego Godín (Atlético Madrid).
Pero la dimensión de este tipo que viene ahora justifica las entusiastas expectativas que ha despertado. Cavani es una bestia, que jugó en cuatro de las cinco ligas más fuertes de Europa, que metió ¡262 goles! en esos campeonatos, además de otros 55 en partidos de Champions y Europa League; que lució camisetas como las del Napoli, el PSG y el Manchester United. Es el segundo máximo goleador de la historia de la Celeste, su selección, y uno de esos contados casos que pueden contabilizar sus goles oficiales en más de 400.
Bienvenido a la Copa Libertadores y al fútbol argentino. Los torneos del Sur se prestigian con los fuoriclasse como Edinson Cavani.