Tiene 20 años, pero decide nadar contra la corriente. En tiempos en los que algunos futbolistas se plantan ante los clubes para que los vendan porque si no, no quieren seguir jugando en la institución, Benjamín Domínguez hace todo lo contrario. El pibe que estuvo en el foco del mercado interno, que sedujo a River, Racing y Talleres, terminó dando el salto a la Serie A, al humilde Bologna, que jugará nada menos que la Champions League.
El equipo italiano y el Lobo platense cerraron la transferencia el miércoles en 4.500.000 euros más objetivos, al margen de un contrato que les cambiará la vida al delantero y a su familia. Pero el pibito, que surgió de las Inferiores del Lobo, decidió hacer el último aporte para el club que lo formó, con el riesgo que significa jugar un partido de eliminación directa como el de Copa Argentina. Benjamín quiso jugar por los octavos de final ante Barracas Central y el destino le regaló el mejor final al joven: golazo, clasificación y ovación para terminar en andas de cara a los hinchas. “Anoche, cuando me fui a dormir soñaba esto: un gol y despedirme de la gente”, dijo entre lágrimas.
Es un hecho contracultural, Benjamín apostó más por el corazón que por la razón. Muchos le habrán explicado lo que podía pasarle en caso de lesionarse y él ya tenía en la memoria emotiva un feo recuerdo: cuando una patada en un partido ante Central le produjo un esguince de grado 3 en su tobillo izquierdo que le hizo perderse el Mundial Sub 20.
Domínguez jugó con intensidad ante Barracas, hizo el gol del triunfo y cuando se fue reemplazado, le dijo al árbitro, que lo apuraba para que se fuera rápido: “Dejame saludar, que es mi último partido”. Después, ni la tangana entre ambos planteles pudo opacar el reconocimiento y la despedida de un joven que tiene presente y futuro. Y que si sigue creciendo, estará en el radar de Scaloni.