Andrés Vallejo Arcos (Quito, 1942) es abogado por la Universidad Central del Ecuador. Ocupó la Presidencia del Congreso Nacional entre 1986 y 1987. También fue ministro de Gobierno entre 1988 y 1990, durante el mandato de Rodrigo Borja. Fue Alcalde de Quito entre enero y julio del 2009, una vez que Paco Moncayo dejó ese cargo para lanzarse a la reelección.
Joe Biden celebró sus primeros 100 días en el poder. ¿Por qué es un tiempo importante en la política?
Creo que es algo bastante simbólico, porque, la pura y neta verdad, es que en 100 días es muy difícil que se puedan hacer cosas trascendentes. No digo que no se las pueda hacer. Por ejemplo, el presidente Lasso ha planteado como cosa fundamental la vacunación. Está muy bien, pero al mismo tiempo ha planteado una cantidad de otras cosas. Yo me temo que eso pueda diluir el efecto de la importancia de la vacunación.
¿Así que Lasso tiene que ser claro en este periodo?
Tiene que ser muy claro. El Presidente ha ofrecido la vacunación: no puede fallar en eso. Porque al ofrecerlo con tal énfasis y, además, al ser tan importante para el país, no puede darse el lujo de fallar. Vuelvo a lo que le comentaba al comienzo: por lo mismo no hay que poner en el debate demasiadas cosas al mismo tiempo, porque no es posible cumplir con todas con la misma intensidad. Eso puede terminar innecesariamente haciéndole daño a un gobierno.
¿Qué pasa en el día 101?
Todo puede cambiar. Ese es el riesgo de crear demasiadas expectativas, porque esa idea de que el día 100 es el importante y que después empieza el despelote es algo muy común en la política ecuatoriana. Se pone en riesgo ese impulso inicial de todo gobierno. Y desde el punto de vista práctico, no pasa nada en el día 100 ni en el día 101.
¿Cómo fueron esos primeros 100 días del gobierno de Rodrigo Borja?
Intensos. Muy intensos. Pataleamos mucho… cometimos errores, felizmente no de bulto. Había que ir rectificando. Como dice alguien: fuimos cogiendo oficio. No todo el mundo llega con oficio al ejercicio de una función pública. Especialmente cuando no han estado en ese mundo, porque no hay que confundir la eficiencia del sector privado con la con el ejercicio de la función pública: son cosas distintas. No veo posible que un gobierno pueda tener un balance objetivo antes de seis meses. Porque por más preparado que esté, buena parte de los funcionarios no tiene experiencia, no me refiero solo a este gobierno, sino en general. Fíjese el caso del gobierno de Rodrigo Borja, que era muy orgánico, en donde el presidente Borja tenía los nombres de los ministros antes de las elecciones. Sin embargo, hasta entrar en el mundo complicadísimo del servicio público se patalea, se cometen errores y también hay aciertos.
¿Cuál gobierno aprovechó mejor los 100 días?
Creo que el de Jaime Roldós tuvo una expectativa fenomenal en los primeros 100 días, pero más por aspectos negativos, porque se armó en seguida el acuerdo entre los patriarcas de la componenda, que empezaron a hacerle la vida imposible, prácticamente antes de los 100 días. El gobierno de Mahuad también, pero los desperdició ferozmente. Empezó con un gran impulso inicial con el acuerdo de paz, pero todo lo que vino después terminó con lo que hizo… esa es la lamentable y penosa realidad…
¿Quizá porque es más fácil ser oposición?
Es así. Partamos de la base de que todos tenemos responsabilidad en el destino del país. Todos: el que está en el gobierno y el que está en la oposición. Mucho más en circunstancias tan delicadas como ahora. No es cuestión de decir: ellos son Gobierno, yo soy la oposición y me dedico a buscar que fracasen. Esa es una tremenda irresponsabilidad, siempre, pero mucho más ahora, porque estamos viviendo una situación de vida o muerte, porque la gente puede morir y la economía también. La oposición no puede ser tan irresponsable como para buscar el fracaso en aspectos que son literalmente de vida o muerte.
Si sabemos que somos negativos, ¿cómo sacarle la vuelta a eso? ¿Hay que utilizar psicología inversa?
Ahí hay un papel fundamental que juega el Presidente. Si proyecta optimismo, si combate con energía lo negativo, va a proyectar a la ciudadanía ese espíritu positivo. Si es que el Presidente pasa quejándose del gobierno anterior, que es una característica ecuatoriana, no contribuirá a ir adelante. La actitud del Presidente es básica. Por ejemplo, en el tema de la corrupción, si es que el Presidente a la primera de bastos corta por lo sano, hace bien.
Voy a contar una cosa penosa del gobierno de Rodrigo Borja. Él tenía una relación de amistad intensa con un funcionario. Un día alguien le puso en tela de duda su honorabilidad y Borja lo destituyó en ese momento. Penosamente, se comprobó que ese funcionario no había actuado en la forma que se dijo.
Fue algo dolorosísimo para el Presidente, dolorosísimo, porque se trataba de un amigo querido para él, pero fue un mensaje que todos en la función pública asimilaron, algo que no hubiese ocurrido si no se producía este incidente. Todo depende sustancialmente del Presidente.