«Con Independiente habíamos jugado dos veces y conocíamos el sistema de ellos. los sorprendimos«. El Pulga Rodríguez, el distinto que tiene este Colón finalista de la Copa de la Liga, descrito así una de las virtudes del equipo dirigido por Eduardo Domínguez: saber adaptarse a las circunstancias. Un entrenador con ideas claras y un plantel que cumple el plan elegido casi a la perfección son la clave para explicar por qué el Sabalero definirá este viernes con Racing quién es el campeón de este certamen.
Sus números
Líder del grupo A, Colón tuvo un arranque arrollador: ganó los cinco primeros partidos, con 12 goles a favor y sólo uno en contra. Luego, transitó la Copa a un ritmo más normal. En los siguientes ocho encuentros, ganó dos, empató cuatro y perdió dos (ante River en el Monumental y ante Racing en el Cilindro). Eso sí, mantuvo su solidez defensa: recibió nueve goles en esos ocho partidos. Ya en cuartos eliminó a Talleres por penales tras igualar 1-1 en los 90 ‘y en semifinales dejó en el camino a Independiente al vencerlo por 2 a 0. En total, sobre 15 partidos disputados en esta Copa, ganó nueve (uno por penales ), empató cuatro y perdió dos, con 26 goles a favor y 11 en contra.
Su estilo
En la primera parte del campeonato, Colón mostró un juego protagónico no tanto desde la posesión sino desde la determinación. En esos cinco triunfos iniciales al hilo dio la sensación de ser un equipo que sabía lo que quería y, lo más importante, cómo conseguirlo. Menos elaboración, más ataques directos. Y mucha presión colectiva. Las estadísticas de esta Copa de la Liga avalan dichos conceptos: el Sabalero fue uno de los equipos con menor porcentaje de tenencia del balón (promedia un 45% por partido) y con mayor porcentaje de envíos de medios y larga distancia (figura entre los siete equipos con mayor cantidad de pases largos).
Domínguez, desde la pizarra, apostó por un 3-4-2-1 en la mayoría de los partidos. Atrás, sobró solidez. Primero con su arquero Burián, quien tuvo más veces la valla invicta en el certamen (ocho en 15 partidos). Luego, con Garcés y Delgado como zagueros y la experiencia de Paolo Goltz en la función de último hombre. Además, Rafael Delgado, con su zurda, fue una garantía a la hora de salir desde el fondo, especialmente con su pegada de media y larga distancia para activar el juego directo a los puntas, uno de los aspectos principales que identifica a este equipo.
La tenencia de la pelota de Colón ante Independiente. Mucho por el medio.
Luego, este Colón contó con mucha amplitud y profundidad a través de sus carrileros, Meza y Piovi (Escobar en algunos partidos), claves también para rearmar la línea de cinco atrás a la hora del repliegue defensivo. En ataque, ambos son de proyectarse bastante y terminan siendo los extremos de un equipo cuyos delanteros transitan por pasillos más internos. Los carrileros son muy buscados por los pases largos de los zagueros centrales.
En el mediocampo, el equipo exhibió una gran dinámica en la mitad de la cancha tanto para las coberturas defensivas como para los apoyos en ataque en las acciones de presión. El doble cinco formado por Lértora, el más posicional, y Aliendro, un verdadero pacman que estuvo entre los jugadores con más pelotas recuperadas en esta Copa, fue una de las variantes que mejor le funcionaron a Domínguez.
Más adelante, en tres cuartos, Alexis Castro fue la descarga casi siempre al espacio, el llegador para romper líneas y darle peso a ese ataque directo. Más de punta, Farías fue una aparición muy grata para el fútbol argentino: un delantero guapo, que utiliza muy bien el cuerpo y de muy buenos movimientos en espacios reducidos. El pibe, que no jugará la final por Covid, le sacó el puesto de referencia de ataque a Leguizamón, importante en los primeros partidos. Y otro atacante interesante es Bernardi, por su buen panorama en tres cuartos.
El distinto, el diferente, el talentoso, el que parece ser una pieza separada del resto del equipo por ponerle una pausa en ciertos momentos a tanta dinámica o por aportar una dosis necesaria de desequilibrio individual en un equipo donde predomina el funcionamiento colectivo fue, es, el Pulga Rodríguez. Flotando en tres cuartos, uniendo líneas o estirándolas, a los 36 años demostró que la edad puede quitar velocidad pero no las mañas. Vital para encontrar esos espacios que suelen escasear fue importante por nivel, por presencia y por goles, siendo el máximo anotador de su equipo con ocho goles en 13 partidos. Ah, también es el máximo asistidor de Colón, con cinco pases-gol.
Otro aspecto influyente en el juego de este Colón tiene que ver con la presión. Ya sea alta o en bloque medio, es un equipo que se activa muy bien para reducir espacios y, a partir de una necesidad intensidad para dicha faceta del juego, poner en aprietos al rival, incomodarlo y no dejarlo jugar con libertad. De golpes directos, no tan elaborados, con esquemas flexibles como ante Independiente cuando jugó con cuatro atrás al lesionarse Goltz y no tener la opción de Bianchi, con amplitud y profundidad por las bandas y con una presión siempre bien orientada para someter a su adversario, Domínguez logró algo tan impensado como elogiable: un equipo de autor.
La presión de Colón que terminó en gol ante River.