Muchas veces se dice que la historia es un péndulo que juega con el tiempo, y en ese ir y venir los episodios parecen reiterarse como hechos calcados, sólo separados por algunas décadas de olvido. Los procesos históricos, en cambio, son irrepetibles, porque son atravesados por circunstancias puntuales, múltiples coincidencias en tiempo y espacio, factores que, como los rayos, no caen dos veces en el mismo lugar.
Entonces, la movida del Consejo de Fútbol de Boca suena bien en los oídos de los hinchas, porque conecta con la memoria emotiva colectiva de un momento feliz. Tampoco está mal intentar recrear algunos lineamientos que ese ciclo inolvidable tuvo: desde la reivindicación de lo propio, las incorporaciones poco estridentes, la valoración de los jóvenes del club, la estabilidad de jugadores y cuerpo técnico.
Pero a decir verdad, los rasgos más notables de ese proceso son imposibles de trasplantar, porque en ningún lado existe un Carlos Bianchi moderno que haga la revolución de la sencillez. El Virrey puso al fútbol patas para arriba tomando todo lo que estaba inventado, apoyado en su lógica furiosa del sentido común, que maridó de manera estremecedora con un plantel que ya existía, con enormes jugadores que, hasta su llegada, he pasado casi inadvertidos para sus predecesores.
Además, claro, que Juan Román Riquelme no es ese Bianchi que convencía desde los hechos, que muñequeaba de manera única, que imponía su criterio con mano de hierro disimulado en modelos afrancesados y amables. Román opera entre sombras, habla por terceros, nunca se sabe bien qué es lo que piensa. Del estilo del Virrey tiene poco y nada, pese a haber mamado el manual de estilo desde el comienzo hasta el final.
La conclusión …
Entonces, pretender que de un puñado de refuerzos con hambre de gloria y de un grupo de jugadores formados en el club emerja el aura del Virrey parece más una ilusión que una posibilidad concreta. O quizá no sea más que una movida de marketing para disfrazar de bianchismo una política errática en materia de refuerzos: en lugar de figuras top que le dieran un salto de calidad al plantel, llegaron futbolistas de bajo perfil, con escasa competencia y limitado impacto.
Y Carlos Bianchi era, claro, cualquier cosa, menos marketing …