Los dirigentes de River van a llamar a Iker Munian. Aunque en primera instancia será para agradecerle sus ganas de vestir la camsieta del club argentino de sus amores y por el respeto con el que manejó su deseo de ponerse la Banda. Y en esa comunicación, a la vez, le explicarán que además de que el suyo es un caso que merece un tratamiento especial por la trayectoria que posee, tal vez los tiempos de ambos no coincidan. Porque en la actualidad, en Núñez existen una limitación: el cupo de extranjeros.
Con Boselli, PauloDíaz (espera la ciudadanía argentina), Sant’Anna, Fonseca y Borja en el plantel y a l a espera de sumar al paraguayo Adam Bareiro como refuerzo, la chance de contar con el ícono del Athletic Bilbao queda apenas en el plano de los deseos. Esto, independientemente de si con Nacho Fernández, Barco, Lanzini u otros futbolistas de similares características a las suyas no se hubiesen superpuesto en una nómina en la que existen volantes de todo tipo, edad y función.
A los 31 años, y toda una vida en Bilbao que incluyó 579 partidos y tres títulos, Iker decidió marcharse del club en el que fue una referencia histórica para comenzar una nueva etapa. Y aunque su intención era inciarla en River para cumplir su sueño de hacer un gol en un Monumental repleto por 86 mil almas, tendrá que valorar las propuestas que le llegaron desde clubes brasileños, mexicanos, estadounidenses y árabes para elegir su próximo destino. Un destino que su sentimiento no estará involucrado.