¿Qué habrá sido lo primero que se le vino a la cabeza a Agustín Ruberto cuando su chutazo de derecha entró en el arco de Barracas Central? ¿En aquel llamado telefónico que un miércoles de 2014 propició su prueba en River? ¿En papá Fabián, al que se le “apagó la tele” cuando vio el primer gol en Primera de su hijo? ¿En mamá Cristina, la que le preparaba las viandas y el termo con mate cocido para que él comiera durante los eternos viajes de dos horas hasta Núñez para entrenarse? ¿En Benja, su hermano menor que despunta el vicio en la Octava de San Lorenzo, que anoche andaba camuflado en la popular local y pudo contener el grito pero no las lágrimas?
Es difícil imaginar la sucesión de pensamientos que el chiquitín de 18 años habrá experimentado en ese momento, y en los inmediatamente posteriores, esos instantes en los que comenzó a dimensionar lo que representó su gol bautismo en River y sus consecuencias.
No es sencillo asimilar, por caso, el cambio de vida que está experimentando el purrete que firma planilla con la 32. La perla a la que en Núñez blindaron hace un mes fijándole una cláusula de € 30 millones en su contrato hasta 2027. La esperanza en la cual los hinchas millonarios depositan su fe.
Ruberto pasó de jugar en el baby de Barrio Nuevo, a dos cuadras de su casa en Victoria, a gritar en la Reserva, a ser el goleador del Mundial Sub 17 de Indonesia y, casi de inmediato, a dar su salto a Primera. Todo en menos de una década. Y lo hizo, este último paso, en un contexto de carencias en la zona de gatillo que padece el plantel de Martín Demichelis .
Un contexto que agilizó el estreno de Agustín, quien esperaba su chance desde que era un chiquilín y, como fanático gallina, les pedía a sus viejos las camisetas de Rafa Borré y Lucas Alario.
Porque a excepción de sus seis primeros meses en el club del barrio, cuando jugó como defensor a los cinco añitos, toda la carrera del espigado killer de 1,85 metro se desarrolló en el área opuesta. Allí, Ruberto, o el Rata para los amigos por la forma de sus dientes, aprovechó tanto su físico portentoso como su técnica para convertir. Y en continuado. Una facilidad que lo llevó a pasar al Asociación Parque Chas con seis abriles, un año antes de que se le abriera el camino hacia su sueño: jugar con la camiseta de River.
La llegada de Ruberto a River
El puente para lograr un test de Agustín en Núñez fue el familiar de un compañerito José Luis Seijas, padre de Valentino, arquero en Infantiles de River y también compinche del Rata en el baby. Los encargados del scouting accedieron a probar a Agustín aunque con un requisito: debía conseguir un apto físico. Mamá Cristina, enterada, apuró la gestión: a contrarreloj llevó a su hijo a la salita más cercana y consiguió el permiso pediátrico ese mismo miércoles. El sacrificio fue fructífero: luego de tres prácticas en las que el delantero fue testeado de 11 y luego de 9, el encargado de tomar las pruebas en el CARP le comunicó que iban a fichar a su hijo.
Compinche del Diablito Echeverri
En ese momento se inició la montaña rusa. Ruberto, piel de gallina, entró a la pensión y se hizo compinche de un chico chaqueño llamado Claudio al que le decían Diablito y con quien formó una sociedad inquebrantable.Desde ahí comenzó a dar cada paso acompañado de una familia que no aflojó con su apoyo, hizo esfuerzos económicos en un contexto de billeteras flacas y lo convenció de que lo material no era prioritario.Que si bien había compañeros que vestían botines modernos y de primeras marcas, los suyos tenían goles. Y que eso algún día lo recompensaría como finalmente ocurrió: hace poco, el pibito al que ahora le piden autógrafos en la calle como antes él se los pedía a Nacho Fernández, Lanzini o Borré u otros con los que ahora tira paredes en los entrenamientos o hace chistes en la concentración, firmó un convenio comercial con adidas.
La cuestión fue que esos goles que brotaban de sus timbos, como el que le hizo a Barracas, nunca lo abandonaron. Se acostumbró a ser letal en Inferiores -en un torneo, de hecho, llegó a marcar 17 en 14 partidos- y a imantar scouters (los de Chelsea y otros clubes del Viejo Mundo lo siguen con atención desde hace rato).
Incluso, Agustín supo batir marcas fuera de las fronteras de River. En 2019, durante el receso deportivo, fue invitado a participar del Nacional de Baby para Villa Iturraspe, en San Francisco (Córdoba). Entendiendo que la oportunidad le permitiría al pibe llegar con ritmo al arranque de los entrenamientos con River, la familia accedió a que Agus viajara. Y él la rompió: metió 20 goles y se transformó en uno de los goleadores históricos del torneo que, cuentan, dejó de aceptar invitados después del nivel que mostró el Rata.
Sin embargo, aquella experiencia tuvo su moraleja para Ruberto: una lesión en el codo izquierdo producto de una mala caída tras una zancadilla lo llevó a pasar por el quirófano. Reto mediante, el jovencito entendió que su club debía ser prioridad. Y así sigue progresando.
Aconsejado por sus padres, quienes prefirieron que todavía no se mudara solo para blindarlo de la tentaciones externas que irán apareciendo, no paró de crecer. Y de evolucionar. Él, agradecido, aceptó la condición y también el consejo de empezar a estudiar inglés, una herramienta que en el hogar entienden necesaria no sólo para el fútbol sino para la vida.
Ya con el título secundario en casa, donde sigue mirando videos deJulián Álvarez y Lucas Beltrán para aprender de sus movimientos, con 18 años y 17 días el #5 entre los goleadores más precoces del club , hoy disfruta de su emocionante estreno en la red .
Un grito que la joya 18 kilates, que ya tiene un club de fans creado por una seguidora chilena, sabe que fue el primero de muchos por venir.
El golazo de Ruberto contra Barracas
River Plate – 1-2-2024