Los hinchas, al cabo, tuvieron razón. Enzo es de River, y de River no se va. Por más que un 21 de diciembre del 2023 juegue su último partido con esa camiseta que desde que tuvo uso de razón soñó con usar.
Enzo se va pero se queda para siempre. Se va de cuerpo pero se queda de alma y de corazón. Porque desde que termine la final del Trofeo de Campeones será más que ídolo-ícono del ciclo más dorado de la historia-bandera-leyenda. será todo eso junto. Será historia. Historia grande.
En la noche del jueves, en Santigo del Estero, empezó a escribir el último capítulo de una historia repleta de páginas inolvidables. Y antes de encontrarse con los hinchas por última vez con el escudo del CARP en el pecho, antes de la última cena con sus compañeros, antes de la última final, antes de todo eso, les avisó a sus compañeros lo que ya todos presuponían: que esta noche la número 24 con la banda roja pasará a la eternidad. Con un futuro que, quizás, lo encuentre en Miami, cerca de Messi.
En la memoria colectiva será indivisible el capitán y la emblemática pilcha. Esa camiseta que se lució en Mendoza, en La Boca y en Europa, dio la vuelta en Madrid, se trepó en una noche histórica a las nuevas tribunas del Monumental, se abrazó con el Muñeco, se colgó a cococho de Demichelis cuando fueron felices, transpiró como solo transpiran los que la quieren de verdad, secó lágrimas de felicidad y de las otras, y fue lucida con orgullo.
Enzo es la 24 pero también es el buzo verde de esa noche memorable en la que bancó los trapos debajo de los tres palos desgarrado y todo. Es el hincha que cumplió el sueño de sus pares y es el jugador que jugó como quisieran los hinchas. Es un pedazo de la gloria. Es el futbolista que todos los que nacieron millonarios soñaron ser. Es, después del Burrito Ortega y acaso hasta un poco por encima de otro gigante como Leo Ponzio, el provilegiado que se ganó un lugar en el santuario de los elegidos.
Habrán sido 241 partidos y 9 (o 10, quién dice que las despedidas no pueden ser alegres dentro de lo tristes que siempre resultan) vueltas olímpicas. Habrán sido, además, mil barridas, diez mil toques de lujo, cien mil pulsaciones en aquel golazo inolvidable a Jorge Wilsterman en el que se disfrazó de Beto Alonso, un millón de gracias de parte de quienes disfrutaron de estos seis maravillosos años en el club de sus amores.
¿Acaso importa algo si el último semestre no fue tan idílico, si la empatía con su entrenador se evaporó un día, si las últimas líneas de esta historia de cuento merecía ser escrita en un tono más romántico? Seguro que no. Lo único que les importa a los hinchas es que Enzo es de River y de River no se va.
El amor de los hinchas por Enzo Pérez en Santiago
River Plate – 21-12-2023