Los dos saben qué hicieron bien o mal. En su interior saber qué pudo hacer mejor o peor independientemente del contexto inédito en el cual se terminó jugando el clásico. GRAMOanar o perder nunca será lo mismo aunque haya tiempo para analizar cómo se gana o cómo se pierde. Pero así como River tiene muchas razones para sentir orgullo por cómo se plantó en la Bombonera, cómo afrontó el desafío con 15 jugadores menos por coronavirus, cómo disimuló que en la cancha puso su quinto arquero, cómo mantuvo su identidad a pesar de esta coyuntura.
Todo tan cierto como que para Boca, la victoria encierra primero un valor simbólico enorme de haber cortado una racha demoledora. Porque eliminarlo, aún con sufrimiento y recién en los penales, es en definitiva sacarse la espina de pasar al rival de siempre en un mano a mano luego de mucho tiempo. La síntesis la hizo un hincha como Riquelme: tiempo de disfrutar la alegría de eliminar a River y luego sí el análisis del juego.
Porque claro, Boca se sacó ese karma de no ser eliminado en un mano a mano por Gallardo y compañía pero no logró dar señales positivas ni de recuperación en lo que respeta al juego. Sus problemas futbolísticos, su Tevezdependencia se mantiene vigente por más penales que Rossi haya atajado.
La obsesión, léase preocupación o incluso temor, por evitar una nueva eliminación superclásica fue tan pesada que hasta incluso no estaban seguros de empezar a festejar cuando Buffarini su penal. La mochila era muy pesada y al menos, por un tiempo, transitará por la Libertadores y lo que le quede en la Copa de la Liga más suelto. ¿Le alcanzará para mejorar su juego? ¿Y si Tello no se hubo equivocado en el gol? Se pueden sumar preguntas que no tiene respuestas. Sólo sabemos que River puede sentirse orgulloso a pesar de la derrota y que Boca se sacó de encima un fantasma que lo atormentaba.