Entre las calles Nariz del Diablo y Jorge Alzamora, al lado de la UPC, está la sede de la dirigencia del Cabildo de la Ferroviaria Alta (sur). En esa parroquia, que aglutina a más de 25 000 habitantes, se realizan elecciones con juntas receptoras del voto y papeletas.
No solo eso, esta tradición -que nació en 1980- también se caracteriza porque los candidatos de las listas activan todo un aparataje para ganar el favor de los votantes de los 28 barrios del sector. Lo hacen con campaña electoral, al puro estilo de las elecciones seccionales o nacionales.
Es todo un ejercicio democrático e inédito. De aquello se enorgullece el actual presidente del Cabildo, Samuel Vargas Chacón, quien por el tema de la pandemia se prolongó en sus funciones. Su periodo culminó en noviembre del 2020, ocho meses después del inicio de la pandemia, y no ha podido llamar a elecciones.
De los aproximadamente 1 800 barrios que tiene el Distrito Metropolitano, el 60% de las dirigencias se ha extendido en sus cargos, admite Willian Basantes, el máximo directivo de la Federación de Barrios de Quito.
Enfatiza que esa problemática no solo tiene que ver con el covid-19, que impide reunirse y hacer las votaciones. A su juicio, también pasa porque “el Ministerio de Desarrollo Urbano y Vivienda (Miduvi) pone mil y un obstáculos para no legalizar a las directivas”.
Este Ministerio tiene este encargo, según el Decreto 193, emitido durante el Gobierno de Rafael Correa.
El problema se origina porque algunos socios fundadores de un barrio fallecieron, otros migraron o vendieron sus propiedades. Y con los pocos que quedan no se puede formar una directiva y “el Miduvi no entiende esa realidad, e imposibilita que las directivas alternen y logren obras con instituciones públicas o privadas”, apunta Basantes.
Esos inconvenientes en la legalización de algunas organizaciones sociales existen porque, sostiene el Miduvi, “sus directivos quieren perennizarse en el poder, incumpliendo el principio de alternancia”.
Adicionalmente, “incumplen con los requisitos o presentan documentación incompleta”, asegura el Ministerio. Para guiarlos, durante la pandemia, la recepción de solicitudes se hace a través de los correos [email protected] y [email protected]
Ese asesoramiento no fluye, asegura Gladys Ordóñez, dirigente de La Magdalena Central (sur). Para evitar inconvenientes, envió un oficio unos días antes de que su período dirigencial culminara (febrero del 2021), para saber qué pasaba si se prorroga en funciones. Sigue esperando la respuesta.
Admite que quiso hacer la elección por videoconferencia, pero muchos vecinos no manejan esas tecnologías. Y mientras espera la respuesta del ente rector, sigue trabajando. “Mi comité sí tiene personería jurídica”, dice.
La figura de funciones prorrogadas no es aplicable, alerta el Miduvi. Y recomienda convocar a elecciones por medios telemáticos, una vez fenecido el tiempo para el cual fue elegida la actual directiva.
Pero hay otra realidad por la cual las directivas barriales se prolongan en el cargo: “el desinterés de los vecinos, pues como ya tienen todos los servicios no participan en la vida del barrio y dejan solo al dirigente”, menciona Basantes.
La Patagonia, ubicada en las faldas de El Panecillo (parroquia San Sebastián), es un vivo ejemplo de aquello. El dirigente Jorge Vargas Remache, de 69 años, está en la presidencia hace más de seis años y no puede entregar el testigo porque “nadie quiere el cargo, aduciendo que no tienen tiempo”.
Cuando convoca a la reunión, los contados moradores que asisten (20 de los 70 cabezas de hogar) suelen decirle: “don Jorgito, usted mismo quédese en la presidencia, tiene tiempo, ya es jubilado”.
Como tiene la vocación del servicio -fue maestro por 40 años- siempre termina aceptando un periodo más.
Lo hace con plata y persona; sin embargo, su directiva se está desgranando y ahora sí está decidido a no continuar al frente de la dirigencia de su barrio; su tesorera y su secretario dejaron el cargo hace tiempo.
Ante esa orfandad, Vargas Remache intentó juntarse con los barrios Miler, Tapia y Huancavilca, cercanos al suyo, para hacer fuerza con una sola directiva. Pero ahí sí saltaron los moradores de La Patagonia y todo quedó en intento.
En la Ferroviaria Alta no hay esa falta de empoderamiento para servir al barrio. Allí se vive más a plenitud la democracia y se forman varias listas de candidatos para terciar en las elecciones de cada dos años. Un proceso que por la pandemia tuvo una pausa, pero se prevé retomarlo en julio “llueva, truene o relampaguee”.