El fútbol tiene esas cosas que solo se pueden explicar desde el único órgano que bombea las decisiones más profundas: el corazón. Ricardo Gareca decidió volver a un viejo amor. Tras tantos años lejos de las canchas del fútbol argentino, el hombre eligió el barrio, ese rincón de CABA en el que se siente tan cómodo, el club en el que conquistó cuatro títulos como entrenador. Eligió a Vélez.
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Tener a Gareca en nuestras canchas también es un guiño de prestigio para todo el fútbol argentino. Ya sin Gallardo, y a pesar de que entre los 28 entrenadores de Primera hay tipos de experiencia como Russo y otros de prestigio como Heinze, Gago o Milito, ninguno cuenta en su CV con un Mundial. Esto le daba incluso como para ser una opción eventual en el banco de River o de Boca…
El Tigre deberá levantar a un equipo que extrañamente había perdido ideas y fibra en los últimos meses del Cacique Medina. Y lo tendrá que hacer con un plantel con muchos jóvenes. Sin embargo, lo que en otros lugares puede ser un problema, por Liniers suele resultar un valor agregado. Los mejores equipos de Vélez siempre estuvieron construidos alrededor de su cantera.
Sabiendo que no todos los días y noches que vengan serán tan felices, la presencia de Gareca en el banco de suplentes genera tranquilidad y confianza para pasar cualquier tormenta.